Quisiera que mi vida se cayera en la muerte, como este chorro alto de agua bella en el agua tendida matinal; ondulado, brillante, sensual, alegre, con todo el mundo diluido en él, en gracia nítida y feliz.
Yo contemplo las llamas que se agitan, cantando alegres con sus lenguas de oro, móviles, caprichosas e intranquilas, en la negra y cercana chimenea do el tuero brillador estalla en chispas. Rubén Darío